El mate ardiente de yerba mojada y un libro abierto en la página 10. Cold play. Una mañana de lunes, 7:48. Muy buenos días...
En días como estos en los cuales la esperanza suena abatida por un grupo de necesidades increíbles trato de recomponerme y seguir en pié, como siempre. Con las ansias de una tarde estupenda o simplemente una mañana en la cual algo pueda salir mejor.
Sorbo el mate y pienso, ¿Qué puede salir mejor? El efecto de persona impaciente y psicodélica que recorre mis venas cada tanto sale a luz, y pienso, y me imagino, y me replanteo millones de cosas.
Salgo de casa, día frío. Millones de partículas heladas se posan en mi nariz y forman una capa sensible que tras un inmediato estornudo se evaden. 2 chicos van a la escuela, y cruzan la avenida corriendo, y un auto toca bocina y apuntan a la vereda, se ríen un poco, y con los cachetes rojos siguen caminando... Sus mochilas llenas de libros y sus cabezas inocentes y infantiles se distraen con la señora de pollera rosa a lunares que trata de acarrear como puede una bolsa llena de frutas.
Las mismas personas, el mismo diariero, la misma parada del colectivo... Una y otra vez me vuelvo a confabular mil cosas y vuelvo, y veo como allá por el fondo se acerca una luz roja y amarilla que titila, y alzo la mano asia un costado agarro las monedas y subo,
la misma gente, el mismo colectivo, el mismo colectivero con cara de culo.
¿Y qué pasa si cortamos con tanta rutina?
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